jueves, 19 de febrero de 2009

Una fuente de Primavera (poesía Tornasol)

¿Qué ser? le dice la envidia a Apolo: ὃς οὐδ' ὅσα πόντος ἀείδει. (Call, Hymn 2,106) que no sea otro que un mar el canto, un Gran Mar Que Cubra Todo. Sólo, en el silencio se puede oír el todo. Solo cuando uno logra abandonarse. Ese silencio que hace puentes. Al descubrir el mundo uno toma consciencia del todo, y del particular que siempre solitario marca sus muros dentro del individuo. Es aquel que, al descubrirse dentro del todo como un particular, descubre que no puede proyectarse en otro, que no puede alcanzar nada, porque es uno, porque en si es todo, cuando no se hace particular. Por eso calla. Por eso el silencio es infinito. La gran sinfonía del universo. El pleno de todas posibilidades. Así el silencio se abstrae, buscando abstraer del todo el Uno. El abstracto, sufriendo en su particularidad el todo. Consumiendo. Prefiero ser una fuente de primavera, responde Apollo, ¿qué acaso las abejas cosechan mieles de los ríos que tanto lodo traen consigo?, no las abejas prefieren las aguas puras, limpias, las que caen en primavera de las montañas, para hacer sus mieles.

La poesía tornasol, donde el silencio guarda más que la palabra en si, que suena para iluminar. La poesía que ilumina la transformación, cuyas palabras iluminan cambios más que resonar indicados. Que toquen nervios en armónicos que se disparen en muchas direcciones de sentimientos. Un extendido de configuraciones que ilumina como particular. Un Uno inalcanzable al ser en todo. Y un todo que puede ser abstraído en el momento del cambio, ahí donde es particular. πολύτροπον, ὄφρα φανείη ποικίλον εἶδος ἔχων (Nonn. D, 1,14-15) Donde los muchos cambios puedan ser vistos claros en su imagen tornasol. Donde el todo sea conducto de si y destino. Donde lo particular sea en si puerta y patio. Donde uno descubra, que tenga esa luz tan iluminante que ciega en sí misma la luz.

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Acordes disonantes